martes, 10 de febrero de 2009

portafolios de evidencia

El portafolio: una visión y un recurso para la evaluación
El “portafolio” es una modalidad de evaluación que está comenzando a extenderse
en los ámbitos escolar y universitario que recoge prácticamente todas las
cuestiones que se han ido mencionando.
La utilización del portafolio como recurso de evaluación se basa en la idea de que
la naturaleza evolutiva del proceso de desarrollo del portafolio da al alumnado y al
profesorado una oportunidad para reflexionar sobre el crecimiento de los
estudiantes y de introducir cambios a lo largo del programa. A su vez, el
desarrollo del portafolio hace que el alumnado sienta el aprendizaje escolar como
algo propio (Wingginset al., 1991).
Un portafolio es un contenedor de documentos que proporciona evidencia del
conocimiento, las habilidades, las disposiciones de quien lo elabora.
En este sentido, es algo más que la recopilación de trabajos o materiales metidos
en una carpeta o una colección de cosas para recordar pegadas en un álbum. El
desarrollo del portafolio comienza con el acto de establecer las finalidades del
mismo. Acto que ha de realizar cada estudiante de manera personal, ya que ha
de reflejar lo que él o ella quiere llegar a aprender en la asignatura, curso o
programa, aunque tener en cuenta las metas establecidas por éste para el curso.
Siguiendo a Barton y Collins (1993), lo que caracteriza a un portafolio es:
1. El carácter explícito de su propósito. El profesorado ha de definir cuál es la
finalidad del portafolio de manera que el estudiante sepa lo que se espera
de él antes de comenzar a preparar sus archivos de evidencias.
2. Integración. Las evidencias recopiladas por el alumnado han de establecer
una correspondencia entre el trabajo del curso y sus experiencias de
aprendizaje.
3. Se componen de múltiples fuentes. Ofrecen la oportunidad de evaluar una
variedad de evidencias específicas sobre la competencia del estudiante.
4. Son una forma de medida dinámica, captan el crecimiento y el cambio del
estudiante a través del tiempo.
El portafolio educativo contiene una
autoselección del trabajo del alumnado en diferentes momentos, más que
sólo una muestra de su mejor trabajo.
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5. Son propiedades del estudiante. Las propias reflexiones del alumnado son
una forma poderosa de propiciar la integración de la teoría y la práctica.
Cada portafolio es una creación única porque cada estudiante determina
qué evidencia incluir y realiza una autoevaluación como parte del proceso
de desarrollo.
Los componentes fundamentales de un portafolio son:
Su propósito. Cada pieza que dé evidencia de progreso del estudiante, tiene que
ser recogida o creada y organizada de una forma determinada para demostrar su
evolución hacia las metas marcada.
Las evidencias. (Collins, 1991) distingue cuatro tipos de evidencias: artefactos,
reproducciones, atestiguaciones y producciones.
1. Los artefactos son documentos producidos durante un trabajo normal del
curso, desde las actividades de clase hasta los distintos trabajos realizados
por iniciativa propia o sugerencia del docente (también aquellos que forman
parte de la evaluación de otra asignatura).
2. Las reproducciones son documentos sobre hechos típicos del trabajo en la
asignatura, curso o programa, pero incluyen sucesos que normalmente no
se recogen, por ejemplo, una cinta con la discusión sobre la utilización de la
informática en al escuela con un docente con experiencia, etc.
3. Los atestados son documentos sobre el trabajo del alumnado preparados
por otras personas, por ejemplo, comentarios realizados por el docente, por
otros profesores o por personas involucradas en el proceso formativo de los
estudiantes.
4. Las producciones son documentos específicamente preparados para dar
forma y sentido al portafolio e incluyen tres tipos de materiales: explicitación
de metas, reflexiones y encabezamientos o títulos.
Criterios de valoración
Calificar un portafolio no es más difícil que calificar un examen, un ensayo, un
trabajo o un proyecto, aunque puede ser más laborioso. En general, el éxito del
esfuerzo de los estudiantes y la precisión de las valoraciones sobre sus esfuerzos
realizadas por parte del docente del docente dependen mucho de la claridad inicial
de los propósitos.
Elbow (1991) revela una gran tensión entre validez y fiabilidad y argumenta que
son extremadamente válidos para valorar debido a su medida precisa de variables
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complejas que contribuyen a las capacidades reales del alumnado, pero su propia
complejidad hace difícil alcanzar acuerdos de fiabilidad entre los calificadores.
Paulson y Paulson (1990:5) resuelven el problema relacionando la calificación del
portafolio con los propósitos establecidos para ellos: “Lo que vemos al evaluar un
portafolio, es el producto de las gafas que llevamos cuando evaluamos lo que
contiene”.
Mediante el criterio cualitativo se intenta responder a lo siguiente:
* ¿Hasta qué punto el estudiante ha evolucionado hacia las metas estipuladas?
* ¿Qué ha aprendido?
* ¿Es suficiente o ha de profundizar algún aspecto?
La evaluación es una de las tareas más genuinas del proceso educativo y
formativo. Implica una gran diversidad de factores, desde los más personales,
afectivos y emotivos, a los más políticos y sociales.
No existen modelos de evaluación “exportables” de forma mecanicista a las
distintas situaciones de enseñanza y aprendizaje, dado que la interpretación del
valor de la información recogida en el proceso sólo es posible desde el marco de
las finalidades estipuladas.
Todo recurso utilizado en el proceso de evaluación puede ser sometido a análisis
crítico, a la luz de las finalidades y los medios movilizados, en relación al tipo de
información que aporta sobre lo que pretendemos valorar.
De hecho, la evaluación del rendimiento del alumnado puede constituir un punto
de partida de reflexión permanente y de investigación sobre la calidad de la
enseñanza.

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